Parece mentida que todos tengamos que someternos al terror de un grupo de fanáticos descerebrados que en nombre de una religión y de un dios, se aprovechan de nuestras ganas de vivir para hacer valer su falta de hombría.
La carencia de respeto a la vida ajena y a la libertad de pensamiento de cualquier persona, sin diferencia de sexo, color de la piel o nacionalidad, ha hecho que todo el trabajo de un año se desmorone como un castillo de naipes.


Me refiero a nuestro ralli Dakar, y digo nuestro porque después de tantos años de vivir un evento de esta magnitud cada mes de enero, es como si nos perteneciera a todos los aficionados a los deportes de aventura.
La caravana del Dakar es un símbolo de trabajo de equipo, de esfuerzo de miles de personas, tanto de organización como de competidores. Todos han salido perdiendo, sin contar con el gran perjuicio económico que representara la devolución del importe de suscripción, la falta de ingresos indirectos, las preparaciones que han realizado durante todo un año los diferentes equipos tanto oficiales como privados, la publicidad contratada para estos días, los patrocinadores que han apostado por los diferentes equipos, los pueblos por los que discurre la carrera, ...
Pero nosotros si entendemos de derechos humanos y respeto a la vida ajena, a la supervivencia de los pueblos más desfavorecidos, por eso a pesar de no celebrarse el ralli, la caravana humanitaria que acompaña a los competidores si que cumplirá con su misión.
Dentro de unos días partirá para hacer entrega en los hospitales y centros de ayuda, de toda la carga de medicamentos y material para intentar paliar de alguna manera el sufrimiento de los mas necesitados.
El año que viene quizá no tengamos Dakar, de ser así, los sueños de algunos de los pilotos más jóvenes ( y no tanto) de llegar a participar en una ralli mítico se perderán para siempre.

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